Néstor Kohan
¿El capital constituye un sujeto automático, una sustancia dotada de vida propia o, por el contrario, no es más que una relación social histórica atravesada por los avatares de la lucha de clases? Ya desde los tiempos de Karl Marx esa pregunta quitó el sueño a los revolucionarios, cada vez que se propusieron estudiar la sociedad (para modificarla). La respuesta, aunque parezca sencilla y quizás obvia, dista de serlo. Aparentemente, si nos situamos en la perspectiva de la concepción materialista de la historia, la teoría crítica y la filosofía de la praxis —como es nuestro caso— todo conduce a aceptar que el capital es una relación. Cualquier otro tipo de respuesta implicaría deslizarse en los brazos del fetichismo más grosero, opción de la que no siempre han logrado escapar algunas corrientes de moda en el pensamiento social contemporáneo.